-Pibe ¿sós vos?

El cielo se viste de matices de colores que se deslizan y mueren en el horizonte, púrpuras violáceos, fríos azules añil, viles rojos anaranjados que evocan los últimos minutos de sol del día.

Va cayendo la noche opaca y en la distancia resuena una música dulzona mientras pequeños puntos brillantes aparecen uno tras otro.

Dos jóvenes “bien” siguen el camino entre risotadas y ánimo sin prejuicios. Sus rostros indefinidos se iluminan tras el rasgar de una cerilla que prende sus cigarrillos.

Con suerte, hoy nos levantaremos alguna milonguita, se dicen.

Es de noche en el arrabal a orillas del Río de la Plata, sus aguas rezuman humedad y se sienten su piel negra, blanda y pegajosa.

Tras la faena diaria, hombres y mujeres de barrio, mestizos, inmigrantes, prostitutas, se reúnen para olvidar sus penas, para desvestirse de una vida desafortunada.

El dolor es menos doloroso cuando se comparte, cuando se expulsa.

Del abrazo voluntario aflora el deseo sexual mutuo, y con ira despiadada y rompimiento se entregan al deleite del placer por placer.

Una pasión indecente, desenfrenada, voluptuosa y arrebatadora, conscientes o no de querer ahogar su tristeza y melancolía durante un tiempo, el tiempo que suena un tango.

Una luz tenue se asoma a la puerta de un viejo y renegrido tugurio, cuatro columnas y un techo de madera desvencijado por el paso de los años, cobija un grupo de mesas medio ocultas en la penumbra de reducidos rincones cual escondrijos,  dónde cuerpos ardientes solitarios en tierras extrañas pagan por sexo que acentúa la nostalgia de la comunión y del amor, la añoranza de la mujer y la evidencia de la soledad.

El aire sofocante se satura por momentos, una mezcla de tabaco, sudor, alcohol y perfume barato se respira a bocanadas densas y lentas.

Gritos, risas, revuelo de voces…

El acorde agudo de un bandoneón, hiere de muerte con un instante de silencio al exagerado palique.

Alguien desde la trastienda enciende un foco que proyecta un amplio haz de luz de color pajizo que quiere hacerse un hueco entre la oscuridad extrema.

Iluminados cirros de humo amarillento de tabaco suspendidos en el aire oscilan horizontalmente, caen. Desvaídos y de tonalidad grisácea, los menos privilegiados, pululan en la oscuridad exterior.

Tango, expresión original y popular de la naturaleza urbana, de la clase baja, tu musa inspiradora es el arrabal, tu identidad está ligada a los barrios. Tu ritmo y lenguaje nostálgico y de versos picarescos. El desengaño amoroso y el efecto del tiempo sobre las relaciones son el diálogo de tu pasión. Evocas sentimientos y despiertas emociones que se transforman en un profundo lamento de dolor, de tristeza, de melancolía, de reflexión sobre el sentido final de la vida y la muerte. Como dice el poeta, eres “un pensamiento triste que se baila”.

Arrancan los primeros compases y el ritmo nostálgico se despereza. Un piano con sus primeras notas se hace acompañar por el delicado lenguaje del violín, más tarde el contrabajo, ahora el bandoneón.

Un hombre de silueta esbelta asoma a través de la niebla de humo. Moreno, de cabello engominado, pantalón negro y camisa blanca remangada al codo. La luz se detiene en su rostro acentuando su gesto afligido. Abre su canto, la voz del arrabal, la pose, sonoridad del lenguaje rioplatense.

Nadie se había dado cuenta de sus movimientos hasta que fueron el centro de todas las miradas. Un hombre y una mujer porteños en el centro del bodegón están fundidos en un abrazo apasionado.

Dos desconocidos, dos cuerpos entrelazados fuertemente se miran lujuriosos, comienzan a bailar indecentes, prohibidos, ocultos, para vivir un fugaz romance de unos cuantos minutos. Quizá no vuelvan a verse nunca, ahora, eso no importa.

Él es el macho protector, él crea y dirige el baile. Ella le sigue, personifica la belleza y la sensualidad.

 

Febril sentimiento mientras bailan tango

 

Cortes, quebradas y firuletes dentro de un abrazo sensual.

Viven su deseo que revelan con sus pasos y sus rostros tensos y abatidos. Con sus brazos, sus manos, con cada movimiento, su cuerpo acompaña la cadencia del ritmo que los envuelve.

El tango se baila “escuchando el cuerpo del otro”. Ellos se escuchan, se sienten, se entienden, se comprenden y lo que cuentan llega al corazón de quienes les contemplan.

Tango arrabalero, melancolía de un pueblo, historia de una pasión, de un sufrimiento, diálogo compartido… ¿indecente, inmoral, obsceno?

No, desahogo genuino y consuelo de un espíritu afligido.