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PURA INOCENCIA, PURA VIDA

¡Qué lejano aunque nítido el recuerdo!

Aquel día me sentía la “chica” más bonita del mundo. Estrenaba mi primer mandilón de tela de vichy de cuadritos de color rosa y blanco que amorosamente mi madre había bordado con mi nombre en el bolsillo colocado en un lateral de la botonadura.

Mi cabello negro azabache peinado con flequillo hacia los lados con esmerada línea recogido en dos coletas sin lazo se agitaban saltarinas al compás de cada pequeño paso.

De la mano de mi tía Menchu recorría el último tramo adoquinado hasta llegar frente a aquel colegio que tenía un patio de recreo inmensamente grande.

Y como niña, así lo viví.

 

Pura inocencia, pura vida

 

-¿Y mi estuche de charol qué? ¡Guau! me lo habían dejado los Reyes Magos las pasadas Navidades. No lo tenía ningún niño en mi escuela y… ¡encima tenía dos pisos! uno para los lapiceros y el “borra”, y el otro para las pinturas y los “retuladores”, pensaba de camino.

Una tarde los rayos de luz del tenue sol de otoño persistían caprichosos en esquivar los árboles del patio del colegio para entrar en aquel aula, grande y luminosa, a través de ventanales de pequeños cuadrados de cristal perfilados con madera pintada de blanco.

Todos, pequeños, estábamos terminando de rellenar con pedacitos de lana la cartulina con la plantilla del dibujo de Pluto, el perro de Mickey Mouse.

Yo fruncía el ceño y me estaba enfadando mucho, hasta pensé romperlo, pues no conseguía despegarme los restos de hilillos de mis pequeños dedos, gracias al “Pegamín”.

-Entonces, vino “un marido” de la “profe”. Si, era un marido muy alto y feo, llevaba puestas unas grandes gafas, y su pelo y su barba, eran muy largos y negros. A todos los amiguitos nos daba mucho miedo cuando se plantaba delante de nosotros y como hormiguitas nos escabullíamos escaleras arriba.

La “profe” llevaba toda la tarde diciéndonos que nos estábamos portando muy mal porque todos estábamos gritando y por mucho que chillaba, no la hacíamos caso.

¡Iba a llamar a D. Alejandro!

Empezamos a temblar cuando escuchamos cómo D. Alejandro subía por las escaleras de madera con sus botas de suelas de goma y a grandes zancadas golpeando con su larga regla el pasamanos de metal, nos castañeteaban los dientes y nos tapábamos con fuerza los oídos.

¡Oh, D. Alejandro venía a castigarnos!

Para cuando traspasó la puerta, toda la clase estábamos de rodillas con las manitas en alto, con ojillos de susto y, mordiéndonos los labios con los dientes de leche que por entonces sólo se tambaleaban, mientras, se nos escapaba alguna lagrimita.

Todos volvimos la mirada a Jose y Pedro, los más peleones de la clase, que se estaban riendo a escondidas y chinchándonos  porque decían que a ellos no les dolía.

¡Ja! Como D. Alejandro les vio reírse, les pegó más fuerte todavía.

Y así, cuántos momentos vividos en mi niñez me gustaría mudar desde entonces hasta el día de hoy para disponer de la sabiduría infantil, la que reconoce instintivamente, la que disfruta de cada instante desde la inocencia, desde el desapego de las consecuencias, desde lo que para cada uno es su razón válida, sin cuestionamientos.

Pura inocencia, pura vida. Sentimientos y risas frescas sin condiciones. Sólo cuenta el placer de vivir. Tanto tiempo por delante. Tanto por hacer. Pero tan importante cualquier momento, cualquier juego, cualquier proyecto.

Que alguien me diga dónde, cuándo, y sobre todo, porqué perdemos la frescura, la inocencia, cuando caminamos por la vida siendo adultos. ¡Cuántos pensamientos, emociones y actos estériles!

Arrastramos tanto bagaje emocional y mental que cada movimiento, en vez de brotar espontáneo y natural, se convierte consciente o inconscientemente en una estrategia meticulosamente estudiada.

Control, descontrol, nada se deja al azar, en ocasiones, a la voluntad de una dirección sin rumbo determinado, de forma que, cada día, vivir sea una ocasión, un instante para saborear, fascinándome de nuevo por ese pedacito de lana que coloco sobre el dibujo en mi cartulina.

Rotundamente me rebelo contra quienes definen esta actitud de inconsciente.

¿Qué hay más inconsciente que una vida sin vida?

Vivo cada día con el afán de deshacerme de las cadenas con que pretende condicionarme un entorno que no sabe vivir de otra forma, porque nunca han sabido hacerlo o porque así han entendido que debía de ser.

Y sino… ¡Cambio inocencia por buenas razones!

¿QUÉ QUIERES SER DE MAYOR?

Apenas habían transcurrido seis años de mi vida y un fastidioso pellizco en mi moflete era la señal de que se acercaba la tí­pica pregunta rebosante de intención por resultar simpático y afectuoso: “¿qué quieres ser de mayor?”.

¡Qué manía! Recuerdo que me hacía sentir terriblemente incómoda, no entendía ese maldito interés y mucho menos por qué me situaba en una posición tan violenta.

Lástima que con aquella edad y rodeada de individuos de mirada inquisidora a la espera de una respuesta tal vez ingeniosa no viesen cumplidas sus expectativas, aunque bien pensado, por entonces poco más se podía esperar, más que nada porque todavía no había aprendido a dar una respuesta políticamente correcta.

Por si os sirve de algo mi aprendizaje, a medida que iba pasando el tiempo me iba dando cuenta de que utilizar este tipo de respuesta represiva es completamente inútil, es más, me atrevo a calificar esta actitud como “auto perjudicial”.

Seguramente nunca tendremos oportunidad de revivir lo que en una u otra ocasión dejamos de expresar por quién sabe qué motivos conscientes o no, así que, cada gota de gradual frustración habría ido dando forma y contenido a una cuna de resentimiento interior.

Entonces es posible que os preguntéis ¿dónde se escondí­a mi desparpajo infantil? Pues me parece que bajo un incierto pudor por desconocer la respuesta que me provocaba una incomprensible necesidad de huir despavorida e indiferente por dejar tras de mí­ una pandilla de miradas con un elevado nivel de estupefacción.

 

¿Qué quieres ser de mayor?

 

Recuerdo que mi primo Pablo siempre respondía muy firme y dispuesto: “¡yo quiero ser notario!”. Desde mi percepción infantil me quedaba perpleja ante su convencimiento, sobre todo porque me preguntaba si él sabrí­a qué era y qué hací­a un notario.

De cualquier modo su respuesta siempre alentaba un coro de carcajadas al uní­sono.

En fin, él mantenía que los notarios ganaban mucho dinero, por lo tanto, es evidente que ya por entonces manifestaba un fundamento muy práctico.

Nunca he llegado a saber con precisión cristalina qué querí­a ser de mayor” pues siempre me ha parecido que sería un “concepto” que no podría definirme como persona y mucho menos a tan largo plazo como pensar en una decisión para toda la vida, de hecho, pienso que si elegir una profesión dependiese única y exclusivamente de la forma en que está estructurado el sistema en que vivimos donde priman los estudios con mayores salidas laborales según estadísticas aunque luego termines por no ejercer tal profesión por una u otra razón, estoy segura de que esta elección carece absolutamente de una procedencia instintiva o emocional.

Recuerdo que desde niña anhelaba el conocimiento puro o a través del ensayo-error, cada indicio o señal en mi vida de una u otra forma han sido un escalón para mi crecimiento y evolución  personal y emocional.

Mis pasos no me llevaron a una elección concreta, aunque siento, que sí a una decisión acertada: probar las dos vertientes de mis habilidades.

Tras una trayectoria profesional de veinticinco años sumergida en un mundo empresarial cuyos patrones de estructura y organización vienen avanzando velozmente hacia una profunda transformación, he desempeñado diferentes puestos en Administración privada, algo que me ha proporcionado un amplio aprendizaje de la empresa cuyo atractivo convive con mi capacidad mental organizativa y estructural.

En perí­odos paralelos de mi trayectoria profesional principal, mi actividad pierde su connotación de trabajo cuando me dedico a lo que realmente me apasiona, el diseño, la decoración de espacios, la moda, la imagen y belleza personal,  la organización de eventos de empresa y familia, la escritura, los colores, las formas… Todo lo que se vincula con mi creatividad como talento innato pulido con un conocimiento experimental autodidacta.

Son las ocupaciones que verdaderamente estimulan mi alma.

Por esto y por todo lo que entraña, he de confesaros que es entonces cuando verdaderamente algo se enciende en mí­ de forma que todo fluye sin esfuerzo y me siento viajar a través de una sucesión de instantes durante los que mi mente se acalla y olvido que hemos creado un mundo complejo que nos impone un tiempo, un espacio y una necesidad.

Tener la valentí­a de elegir en qué ocupar tu tiempo laboral con la principal mira de disfrutar creando con cariño, nos hace libres. Por eso creo que no es necesario contestar a preguntas inoportunas hasta que, aunque necesitando el tiempo que sea necesario, no haya llegado el momento de tener tu firme e inequí­voca respuesta.

MS FROST, SENTIMIENTOS DE UNA TARDE DE INVIERNO

Ms Frost me dicen, y pienso que quienes decidieron bautizarme con este nombre lo hicieron con cariño a causa de mi temperatura corporal obstinada sin resultados en elevarse por encima de los treinta y cinco grados a pesar del acopio de ropa de abrigo en invierno, que bien pensado, supone una ventaja extraordinaria en época estival cuando la línea azul de los caducos termómetros de mercurio se alza marcando temperaturas insufribles.

Te preguntarás por qué hoy estoy aquí, en este espacio vacío y libre, lo cierto es que yo también. De alguna manera,  permanecía suspensa en el aire la necesidad de expresar qué ocupa mi corazón o tal vez identificar y organizar qué pensamientos ostentan autoridad en mi mente.

Corren tiempos extraños dónde se vive en controversia con la necesidad de independenciacompañía, la libertad con la sumisión, la pasividad con el movimiento, el recuerdo con el olvido… y yo como buena extremista, me devano los sesos intentando posicionarme con coherencia con el sentir que dirige mi vida, mis valores personales, y lo que más me conviene para dar forma a una amalgama exenta de sufrimiento.

Aparentemente es un propósito encomiable para no haber entrado en detalles aunque la práctica se antoje utópica incluso si se logra definir el objetivo con precisión cristalina.

Teniendo en cuenta mi nombre como calificativo, quienes me conocen personalmente poseen de mí una visión que se aleja totalmente de la frialdad. Me atrevo a decir que con el porcentaje de conocimiento propio labrado en su mayoría a fuerza de bofetadas de conciencia y aprendizajes de todo tipo, soy una persona de temperamento definido básicamente por la sensibilidad, con un carácter que ha moldeado la experiencia, completando lo que compone un ego que siempre se ha movido con el conocimiento puntual sobre  cualquier situación, de cuyos resultados lo que realmente me hace sentir bien es lo que entiendo que he alcanzado en comprensión y respeto por los demás. Considero que sigue siendo mi mayor logro en la vida.

Hace relativamente poco tiempo, sobre todo si tomamos como referencia el tiempo y espacio duales, conocí a un hombre que deslumbró mi percepción.

Lo cierto es que nuestro primer contacto había sucedido meses atrás, cuando en su compañía me vi envuelta en un remolino de complicidad y alegría repentinas, liberándome como por arte de magia de una tarde de sopor veraniego en mi lugar de trabajo.

Tras aquel encuentro me quedé prendida de una indefinible estela de entusiasmo que vestí de espejismo con el propósito de desviar mi atención de esta sensación perturbadora, hasta que a su vuelta de aquel fascinante viaje programado para sus vacaciones, fueron sucediéndose situaciones que paulatinamente incrementaron mi interés en él.

Sólo había que mantener una recta discreción para evitar que se diese cuenta, y como considero  mi valor como mujer, antes indagué sobre algo que era una prioridad conocer, su situación emocional, no por frívola curiosidad, sino llevada por la importancia que me concede y merece una libertad ganada a pulso.

Como bendita consecuencia de un inoportuno comentario por mi parte que hacía referencia a mi maltrecha situación económica, algo que me avergüenza y golpea mi orgullo soberanamente por una férrea asociación con la incapacidad por mi parte de generar ingresos, se inició nuestro contacto a través de un intercambio sucesivo de escritos virtuales.

Su ofrecimiento de ayudarme con dosis inesperadas de generosidad dejaron entrever cierta predisposición de acercamiento por su parte que días mas tarde se convirtieron en una propuesta ambiciosa con el atisbo de una concreción segura, el comienzo de un relato escrito alternativamente por ambos, sin tema elegido, sin personajes concretos, sin reglas predeterminadas.

Fue abrir con su ruidoso chasquido el pesado portón de un viejo castillo, -se me ocurre como símil el inicio de nuestros prudentes primeros pasos-, y fluir alternativamente hasta cerrar una puerta más débil que no menos inquietante, para dejar a dos personajes frente a frente con sus luces y sus sombras y la firme disposición de compartir juntos lo que el tiempo les brindase.

La última escena escrita de este relato compartido aún permanece congelada en la memoria, y un plano imaginario parece difuminarse en fotogramas amarillentos de películas de siglos pasados proyectadas desde cintas de diámetro considerable que espectadores estupefactos veían chisporrotear en la pantalla cual anónima amenaza en llamas, mientras silbidos y gritos sordos reclamaban ver la pasión púdicamente desmedida de dos amantes besando sus bocas.

Continuar el relato, conlleva compaginar el tiempo entre los urgentes quehaceres diarios y la capacidad de plasmar veraz y honestamente lo que nuestros personajes asentaron en su propio compartimento estanco después de aquel fugaz momento de amor.

Los dos hemos traspasado la delgada línea que separa la relación como conocidos, para pasar a una de intimidad ajena a terceros, una propuesta que nació de él y que desde el primer momento albergó una respuesta con certeza afirmativa tendiéndome su rama de olivo.

Rama de Olivo

Ms Frost, cuánto temes expresar lo que sientes de corazón porque al desnudarte te crees vulnerable y presa fácil de desaprensivos oportunistas, y debe de ser muy obvio para quién te aprecia profundamente cuando si por un momento te dejas llevar por los afectos, te contestan sabiéndose afortunados.

Sé que no es frialdad es protección, no es desapego es precaución, no es falta de amor es pudor en la entrega, no es falta de implicación, es temor irracional al abandono del otro por incapacidad o cobardía.

“Y luego mi amor, mis temores se doblegan ante tus caricias cual bálsamo de miel, cuando tus brazos me rodean, cuando tu boca me libera, cuando tus ojos se miran en los míos y veo tu expresión iluminando tu rostro que me imprime la fuerza necesaria”.

Sí, también a mí me completa su fuerza y su fe en mí, y el apoyo en su pecho con la sensación de que estamos a una, que transitamos un mismo camino dentro de nuestra individualidad.

Y viviendo todo esto me siento morir cuando con el pretexto de no querer hacerme daño me dice que si me duele lo dejamos, así, sin cautela, con esa capacidad de ausentarse que dice tener para reinventar sus sentimientos de nuevo. No sabes cómo te admiro, es una actitud que todos podemos elegir pero confieso que a mí me resulta muy difícil de manejar.

Nuestra mente, siempre ávida de crear conceptos nuevos, anda en busca de la etimología de este sentimiento mutuo que conjuga nuestra relación alimentada por la espontaneidad, la ausencia de pudor, la cruel sinceridad, el aprecio, la admiración, y el abanico de palabras osadas que intentan definir el afecto con un criterio reservado a nuestra exclusiva y personal objetividad.

Es imposible hacer honor a mi nombre Frialdad con lo que yo siento por él. Con el pavor que me da reconocer que cada día se incrementa mi pasión a pesar de los esfuerzos por controlarla si es que alguna vez lo conseguí, dudando de que el deseo se pueda o no controlar, cuando sé que de alguna manera estoy advertida y limitada: sería mejor no llegar a ser tu pareja -me dijo-. Quizá cobra demasiada importancia este límite aún ante un futuro desconocido.

Atrás se nos quedaron los rancios conceptos que tienen que ver con el compromiso, aunque puede que todavía permanezcan los esquemas mentales aprendidos por todo esto vivido los que nos llevan a esta negación, aun desconociendo el resultado de una incipiente elección, sin haber elegido aceptar el riesgo.

De cualquier forma, llegados hasta aquí, confieso que quisiera encontrar con quién compartir mi vida lejos de una convivencia absorbente, aunque sí con una implicación honesta y comprometida con el ánimo de hacernos la vida fácil, para mutua e individualmente, ser todo lo felices que queramos.

Y ante cualquier equívoco de interpretación, quiero dejar muy sentado que no demando ni exijo, solamente expongo por lo que estaría dispuesta a trabajar, cuando como en este caso trabajar no es sinónimo de esfuerzo o sacrificio.

 

DECORACIÓN DE UN EVENTO, BODAS DE ORO

Como individuos sociales desde los primeros tiempos hemos conmemorado de una u otra forma los momentos especiales de nuestra vida en forma de ofrenda o de agradecimiento participando en compañía de nuestros seres queridos más cercanos con el fin de que su recuerdo perdurase por siempre en nuestra memoria.

Si observamos la perspectiva actual, los actos conmemorativos y otras celebraciones tanto en su forma como contenido, han ido evolucionando en función de aspectos sociales, culturales y por supuesto económicos.

La multitud de posibilidades organizativas y decorativas que ofrece hoy en día la planificación de un evento define sus proporciones con un denominador común generalmente de índole económica que depende del objetivo que se desee alcanzar que no siempre está relacionado con la importancia del acto en sí, ni siquiera tratándose de acontecimientos que ocurren una sola vez en la vida como es la celebración de unas Bodas de Oro.  

La emoción que se vive en muchas ceremonias personales genera un ambiente tan cálido que la decoración del evento prácticamente se convierte en un elemento secundario destinado únicamente a realzar el espacio.

Recuerdo la alegría que me produjo que dos de mis clientas confiaran en mí para organizar un evento tan íntimo y especial para ellas y su familia, las Bodas de Oro de sus padres.

Veintisiete de octubre de 2013, había estado lloviendo torrencialmente durante la semana anterior. Sólo uno de los días asomó un leve rayo de sol que nos dio una tregua para realizar las primeras pruebas.

El lugar elegido tras varias de mis propuestas fue un hermoso Pazo con amplio espacio ajardinado al aire libre, el “Pazo da Golpelleira” en Vilagarcía de Arousa (Pontevedra).

 

Espacio central ceremonia Bodas de Oro

 

El “plan” de mis clientas consistía en que se tratase de una ceremonia sorpresa para todos los participantes, ya que sus padres habían organizado por su cuenta un encuentro familiar.

Así, entre evasivas y medias palabras, sus padres acudirían a un acto desconociendo que serían los protagonistas.

Asesorados conjuntamente  por los empleados del Pazo elegimos los dos puntos estratégicos donde se ubicaría la decoración y la elección de dos carpas de color blanco que acogería las dos reuniones más importantes.

El primer momento de la ceremonia tendría lugar en un cruce de caminos de gravilla que con leve inclinación desembocarían en una enorme carpa en previsión desde luego de cualquier chaparrón.

 

Decoración carpa principal

 

Aquí tenemos la primera carpa. Podéis observar los caminos y el círculo central de gravilla de los que os hablaba. Todo el recorrido quedaría perfectamente “peinado” pues estaba muy removido por la lluvia de los últimos días.

 

Inicio decoración carpa principal

 

Esta sería la segunda carpa. En ella se dispondría el catering que se serviría tras la ceremonia, toma de fotografías y entrega de regalos de los invitados.

La mesa tiene dos revestimientos, el primero es un mantel de cretona blanca y encima, un mantel de raso color gris perla. Decidimos colocar un solo elemento decorativo acompañando el catering, una gran copa de cristal con agua y flores de Alegría en color naranja flotando.

 

Decoración segunda carpa para servicio de Catering

 

Sobre este plano podéis ver las pruebas para la disposición de los invitados que organizaríamos según el orden de participación en la ceremonia.

Para este espacio sencillo y elegante elegimos una mesa con dos bancos de piedra que después revestiríamos con manteles blancos de cretona para crear el altar desde dónde se leerían los votos. Las sillas decidimos colocarlas en forma de “U” rectangular para “romper” la demarcación del círculo central.

 

Decoración del altar

 

Los “novios” desconocían los planes de sus hijas así que debíamos establecer un recorrido para encaminarlos hacia esta carpa.

Siguiendo con el plan, los padres llegarían “a ciegas” acompañados por una de las hijas, mientras la otra recibiría a los tres junto al arco que abre el descenso por el camino principal. En este encuentro,  entregarían a su madre un bouquet de rosas naranjas y a su padre, le colocarían una rosa a juego con las del ramo en el ojal de la chaqueta de su traje.

 

Paseo hacia el altar

 

A partir de ese momento bajo este arco metálico adornado con enredadera, comenzaría su paseo hacia el altar mientras las hijas descenderían por los caminos laterales circundantes para recibirles y acomodarles.

 

Los novios caminando hacia el altar

 

Así comenzaba este acto con el estómago un poco encogido, como podéis ver la amenaza de lluvia cada vez era más evidente.

 

La lluvia amenazando la ceremonia

 

Para entonces ya se habían incorporado los invitados principales participantes de la ceremonia y los primeros acordes del arpa de Clara Pino, conocida arpista gallega, rasgaban el emotivo silencio mientras se esperaba la llegada de los novios.

 

Clara Pino amenizando la ceremonia

 

Alrededor del altar se habían colocado las sillas necesarias cubiertas con fundas blancas abrazadas por un lazo brocado en gris perla.

Sobre él, dos detalles puntuales: un atril antiguo hecho de filigranas de metal dorado para romper el blanco níveo del mantel que serviría de apoyo a los discursos escritos y una composición floral.

Para el adorno floral utilicé tres varas largas de calas blancas y una hoja de aspidistra que sumergí en un jarrón alto de cristal con agua y bolitas blancas de gelatina. Dos de las calas de pie a distintas alturas y la tercera que coloqué doblada asomando el tronco.

En la siguiente imagen se pueden apreciar mejor los detalles.

 

Elementos decorativos del altar

 

Para nivelar las alturas de la composición, utilicé tres pequeños tarritos de cristal y sumergí unos ramitos de la planta Alegría de color rosa.

Sobre las sillas había colocado copias de las letras de las canciones que Clara Pino interpretó durante la ceremonia.

En esta vista se puede apreciar la disposición de todos los elementos, incluido uno de los bancos, que también se revistió por si quienes realizaban las lecturas necesitaban utilizarlo pues el acto preveía ser muy emotivo.

 

Adorno floral y otros elementos decorativos

 

Una vez concluida la ceremonia, los invitados se desplazaron paseando por el maravilloso entorno ajardinado hasta llegar a la segunda carpa donde una vez pasados los nervios el día continuaría lleno de sorpresas durante y tras la comida.

Mientras permanecía atenta a lo que se necesitara de mí, compartí momentos llenos de amor y belleza inolvidables. Así comprendí lo que os comentaba al principio, en muchas ocasiones, cualquier elemento decorativo, “sólo” enriquece el momento.

Gracias por vuestra confianza en mí y… ¡Muchísimas felicidades!

 

Decoración y fotografía,  Esther González

JAQUE A LA REINA, MI PERSONAJE

Desde niña descubrí que me atraían y tenía una soltura especial para realizar ciertas actividades creativas que desde mi pequeño conocimiento me divertían y llenaban de alegría.

Seguramente mi talento comenzó a desarrollarse en aquellas antiguas escuelas rancias y destartaladas anegadas de cálida inocencia de un grupo de niños que ocupábamos felices y apasionados aquellas amplias estancias con diminutas mesas y sillas de madera a nuestra medida.

Cuando se acercaba la primavera los trabajos manuales en grupo ocupaban algunas de nuestras lúdicas tardes en las que si alguna vez tuvimos noción del tiempo lo perdíamos y nuestra mente ingenua caminaba plácidamente por lugares de ensueño.

Entonces los años parecían avanzar lentamente y es curioso cómo recuerdo aquella edad en la que todo fluía en mí sin esfuerzo y con ilusión pues tan pronto escribía un cuento, cogía mis lápices de colores para dibujar o preparaba los diálogos de mis compañeros de comedor para nuestra pequeña gran obra de teatro, incluso recuerdo cómo me convertía en una esteticista en prácticas familiar.

Más tarde a mi pesar, me di cuenta que el tiempo va pasando a la misma velocidad que la sociedad va modelando una infancia que conmina por adormecer aquellos juegos infantiles cuando entonces la savia de la vida era tan liviana que sólo entrañaba el estridente sonido de un timbre que apresuraba el paso hacia el aula de la mano de una cartera, una bata blanca de bolsillo bordado y un guiño vergonzoso por la escasa estética de la horma de aquellos botines de cordones que acomodaban rígidas plantillas correctoras para pies perezosos.

No puedo evitar sentir cierta nostalgia al revivirlo porque el corazón siempre atesora lo más bello.

El mundo de hoy ha relegado el valor del ser inocente, es más, esta condición tiene hoy un concepto peyorativo y es así que la exigencia día a día se cobra multitud de decepciones personales gracias a la comparación a la que constantemente estamos sometidos cuya vara de medir incrementa su nivel hasta medidas inhumanas e injustas.

No es extraño que nuestra “niñez olvidada” aflore tan de tarde en tarde y con un acusado perfeccionismo que nos obliga obsesivamente a perseguir este imposible, que como tal sólo puede arrojar resultados imposibles terminando por dejar en el fondo de nuestras tazas una y otra vez montones de posos de insatisfacción.

Abandonarme al viento no fue nunca para mí una opción ni lo debiera ser para nadie, al contrario, cuando deseas huir de los convencionalismos y crees en ti es el momento de hacer acopio de fuerza de voluntad para recordar cual es el aire que al respirar nos da vida, retomar lo que nos permite abstraernos emocional y espiritualmente, buscar y observar la belleza de la manera que se manifieste, desde donde proceda.

Desde hace algunos años elegí a Jaque a la Reina como mi personaje.

Jaque a la Reina sería siempre mi desafío, la guardiana de mi sensibilidad interior, y desde entonces mantiene alerta mi voluntad comprometida aún en momentos de despiadada flaqueza para conectar con mis talentos para buscar nuevos horizontes y conocimientos que cautiven mi mente y más tarde, expresar, compartir mis sensaciones más vívidas, mis sentimientos más profundos, mis percepciones racionales y sobre todo mi adoración por la belleza, la forma, el color, las palabras.

Jaque a la Reina es un personaje controvertido, con la percepción y opinión de un mundo material que creemos real, con su dualidad egóica y espiritual, aunque siempre fiel a sí misma. Su objetivo es sólo uno, la búsqueda de aquello que conmueve su alma para mecerlo con sus talentos y por último lanzarlo al viento por si alguien quiere cogerlo en sus manos.

Desde este momento estáis invitados a conocer su espacio.

“Seguir creando para recordar que el talento no se ha perdido, nunca se perderá, puede permanecer un tiempo adormecido, pero tarde o temprano… volverá a zarandearte”.

 

ESTHER GONZÁLEZ

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